Aún recuerdo aquel viernes, eran algo así como pasadas las seis
el almanaque señalaba que era el mes de julio de 1985,
salí y dejé en mi oficina aquel cargo de eficiente secretaria la cual ejercía responsablemente,
era cómplice de una vida que no me pertenecía y de la cual tampoco deseaba compadecerme.
Una suave brisa toco mi rostro, como avisándome cuan feliz sería en pocos instantes.
Arribó aquella persona que como de un cuento de hadas me hacía estremecer,
con aquellos ojos oscuros, enmarcados por las más hermosas cejas que jamás volví a ver,
con una sonrisa amplia y llena de amor, se me acercó y me susurro al oído “te amo, mi amor”
volví rápidamente la mirada y suspiré, creo que mi corazón latió al ritmo de mis pies.
Sentados, luego de darnos millones de besos, sentía cómo todo mi mundo era perfecto,
aunque se vivía en una fría ciudad, se sentía un fuerte ardor por compartir cada día más.
Todo parecía un lindo cuento jamás narrado en la actualidad, un relato único y especial,
sin argolla, ni nada convencional, solo con un inmenso amor que nos llenaba de felicidad.
Con palabras sencillas, que expresaban más de lo que realmente querían manifestar,
mi gran amor, me propuso compartir nuestras vidas hasta que de oscuridad se opacara el sol,
dije una y mil veces sí, en tan solo pocos meses un nuevo camino abre de concebir,
no hubo, no hay, ni habrá… amor más grande y puro que el que sentí en aquel lugar.
La felicidad era inmensa, en segundos fabricamos nuestra vida que para mí era perfecta,
durante mucho tiempo del pasado lloré con su ausencia y amé cuando por fin tenía su presencia,
cuando nos veíamos nos convertíamos en un solo cuerpo que irradiaba solo de pureza.
Finalmente, el momento llegó, nuestras vidas hasta la muerte ya estaban ligadas sin absolución,
la distancia y la soledad nos formarían como pareja, nuestro hogar era un sueño de fantasía:
fuimos esposos, amigos y amantes y solos empezamos a construir nuestro idilio en fases
pasado algún tiempo, nuestro inmenso amor dio fruto, cristalizamos una hermosa mujer,
clara como nevada, ojos profundos y con risos dorados que iluminan su angelical piel,
su nacimiento fomento más nuestro amor; fue un gran regalo de Dios.
Luego de disfrutar cinco años de todas sus picardías, Dios nos concedió otro ángel de amor.
Juntos los cuatro, conocimos el mundo y forjamos un hogar que solo se compara con el Dios.
Ahora, después de más de treinta años, miro a través de la ventana y veo cómo todo se esfumó,
el encanto se rompió, todo quedó en un triste pasado rosa que ahora en gris tristemente se tiñó,
solo quedan hermosos recuerdos que algunas veces cobran vida en mis sueños del amor.
Quisiera creer que esto es solo un mal sueño, y poder despertar y ver mi reflejo en sus ojos,
escuchar el sonido de su voz pronunciando mi nombre; pero no, no volverá a ser jamás,
elegiste otra vida, en la cual solo yo figuro en números, pero mi piel tristemente extraña tu calor.
Ahora le brindas, lo que en muchas noches, me llenó de locura, fantasía y pasión,
seguramente olerá a juventud, pero ella jamás podrá ver en ti al niño que algún día me hizo feliz,
siento cómo tu recuerdo viaja como un fantasma por la casa, entra a la alcoba y reposa en cama,
quisiera despertar de este duro sueño, uno que me desangra, que me hace sentir que no soy nada.
Hoy formas otro nido con nuestros recuerdos ¿y el mío? Quedó vacío y ausente de ti,
mi boca y cuerpo solo tienen sabor a ti, antes dulce y ahora amarga; un triste sabor a pasado
hoy he sabido que las cosas nos llegan para aprender algo, un presente gris por un pasado rosa,
ahora mi nuevo hogar es abundante en cariño, amor y esperanza por parte de mis hijos,
el amor se conserva, se aumenta, se comparte, se da, se sufre…pero jamás se mendiga,
tu esencia ya no existe, es el principio del final, me enamoré de un pasado que ahora ya no existe.
Copyright 2012-26-11 Alejo is FeniX
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